miércoles, 15 de septiembre de 2010

La abeja



Una abeja trataba de entrar a mi habitación cruzando el cristal de mi ventana.
Al principio lo intentaba de frente golpeándose, luego de abajo hacia arriba, me asombro su persistencia, a veces insistía varias veces seguidas hasta casi caer agotada. Pero después de un corto descanso continuaba con su empresa y pensé en abrirle la ventana y dejarla entrar si tan importante era para ella, ya que yo siendo un ser superior en tamaño tal vez debía ser benévolo.
Pero también pensé que era como si un dios, compadecido de un pesar patético de la humanidad interfiriera en la realidad. Y pensé en las posibilidades, imaginé que tal vez ya estaba interviniendo y imaginé que ese dios el que acaso me gobierna ya intervenía también, luego al imaginarme a mi mismo como dios observe como la abeja y su determinación, se topaban con un muro invisible y desconocido que nunca llegaría a traspasar, pensé en abejas que aun se debatían discutiendo en por que era intraspasable ese mundo, si acaso estaba hecho solo para ser visto, y alguna abeja que juraba haber pasado hacia ese mundo un día soleado y otras mas que discutían si era intraspasable por que no existía, por que era una simple imagen plana que daba la idea de profundidad, una errónea impresión de realidad.
Y sentí un pesar de que ese otro dios que gobierna me hubiera mostrado fríamente mi propia condición.
Pero me solacé un poco cuando pensé que yo no perseguía nada en especial a diferencia de la abeja, y que yo no chocaría contra ningún misterioso muro del destino.
Pero temí que la empresa de la abeja si tuviera sentido, ¿que sentido podía tener una abeja extraviada?, Pero la imaginé como a una abeja con un conocimiento secreto y con una empresa igualmente secreta, la de traspasar mi ventana, ¿para qué?

* * *

La abeja está en mi habitación y yo no recuerdo haber abierto la ventana, mi mente busca excusas, explicaciones, posibles rendijas por la que lograra su entrada inexplicada.
Debe ser otra abeja, la otra debe seguir afuera. Tal vez han cavado sus galerías en el muro, me acerco y tras una inspección minuciosa no encuentro ningún orificio en el muro y la ventana esta perfectamente sellada.
Miro hacia la ventana tratando de ver a la abeja que quiere entrar para concluir que esta otra, la que está dentro de mi habitación y la que está fuera no son la misma, pero afuera no hay otra abeja.
Se posa en mi escritorio y la veo con detenimiento.
Mi mente se asombra de que su persistencia haya tenido éxito.