lunes, 27 de septiembre de 2010

Regresando


Viajando en el metro veo a un niño discapacitado demasiado grande para su edad, que viene con su madre yo lo veo distraídamente, porque estoy embebido en cuestiones de trabajo, estoy cansado. Pero aun así me saca un poco de mi abstracción, porque tiene una boca muy singular como nunca antes he visto: dos grandes labios colgantes muy gruesos y negros en su parte interior como podridos y con colmillos cual enfermo de sífilis y entonces yo recargado en la puerta me quedo dormido.
De pronto percibo que alguien me sujeta fuertemente con fuerza sobrenatural: es el niño.
Y caigo en cuenta de que sujeta fuertemente mi mano derecha con una mano y mi mano izquierda la tiene apresada con sus colmillos , yo vuelvo a ver a su madre y está dormida sentada en el piso, no está dormida repongo: yace muerta ,el niño se ha dado cuenta y ha caído en un estado incomprensible, me azota con violencia contra la puerta sin soltarme y la gente del metro nos mira con indiferencia, lo cual me indigna pero me da permiso para golpearlo, así que me ocupo de salir de su boca que es tan repúgnate y que tiene aprisionada mi mano izquierda y noto que la tiene como un perro que lleva a su cría , es decir, que la muerde despacio sin lastimarla, pero en el instante que trato de sacarla cierra sus fauces más fuerte y me ve con esos ojos de maniaco, yo temo que si me muevo más me hiera, me contagie alguna enfermedad, así que lo pateo en las costillas para ablandarlo un poco, sucede algo extraño éste ser empieza a engullirme como si algo dentro de su ser me jalara hacia dentro, mi brazo se desliza como un pez hacia su estómago que imagino como un abismo repugnante, caigo en cuenta de que es un sueño y deduzco por los síntomas que estoy cayendo en paro cardiaco, pero no puedo despertar y el ser me sigue engullendo cada vez más.

jueves, 16 de septiembre de 2010

UN CAFÉ EN LA CALLE ( )

I

Por sus malestares de la edad elegía siempre café descafeinado.

Mientras un hombre colocaba adoquín en la calle de enfrente, pensaba que a través de su vida él siempre se había conducido como una persona que todo lo sabe hacer, desde que conoció a su mujer supuso que la conocía. Y probablemente eso fue lo que la atrajo hacia él, Su primer trabajo lo obtuvo gracias a que parecía conocerlo todo en teoría y en la práctica. Y no era porque en lo personal se considerada un farsante, era seguramente por algo que había leído en algún lugar cuando era muy joven. Y que después afirmo cuando de casualidad en un libro de folklore sus ojos pasaron rápidamente por un decálogo de ése pueblo indígena que citaba, “piensa y actúa como si lo supieras hacer”.

Así que se dedicó a enumerar las veces que bajo ese precepto o ese pensamiento había actuado. Sin duda eran muchas las veces.

Al café llega un hombre, por su apariencia viejo, se acerca a su mesa, pero a él no le sorprende.

Él piensa que seria un desperdicio tener que tomar café, solo en la mesa sin conversar, y piensa que si no se hubiera acercado a su mesa probablemente se tendría que imaginar el contenido de una conversación ficticia con el hombre, y ahora que el hombre le dirige algunas palabras corteses, él imagina que el hombre no se acercó a su mesa sino que se acomodó en un rincón al otro lado de espaldas a él y toma su café con indiferencia.

Y el anciano se presentó con la usanza y la corrección de tiempos pasados y dijo llamarse Horkheimer

La conversación escasa de chácharas como suele ser con los hombres mayores de cultura.

El hombre le habla sobre su teoría del pensar y actuar como si ya se supiera hacer

- Seguramente se ha llegado a preguntar si es que ya lo sabia hacer, como si ya lo hubiera vivido, la manifestación que usted me extiende creo recordar los chamanes la solían utilizar para que al estar en contacto con cosas desconocidas es decir él o los espíritus, éstos no los dañaran en sus mentes o almas.

Si a usted le hablan sobre los espíritus, tal vez genere una imagen en su mente, pero al pensarlo de nuevo le quedara solo el enunciado en la mente ahora tal vez sin la imagen, dicho lo anterior es posible transformar lo uno en lo otro.

Cuando entra en ese estado, en el que se prepara para enfrentar situaciones o cosas como si ya las supiese hacer, puede transformar en su mente una declaración en una imagen supuesta del futuro, cambiarla con el paso de los acontecimientos, y esto a veces si es muy rápido parece cosa de brujería no le parece, esto en el caso de los espíritus lo haría conocerlos de antemano y así pues, tratar con ellos.

- Más café caballeros- dijo el dueño de la cafetería.

Horkheimer con un gesto de la mano asintió y agradeció.

- Lo que usted me refiere puedo relacionarlo en la inmediatez con la forma a la que se llegan a las reflexiones a veces como de la nada- dijo el hombre.

-yo estoy seguro de que hay quien seria capas de resumir la historia del mundo en un renglón, ¿pero como ese escritor supuesto de la historia del mundo, describiría la sucesión de pensamientos que lo hicieron llegar a ese renglón? seguro se diría que hizo una pausa para llegar a esa reflexión, un paréntesis- .

-esta calle es algo vieja, seguro usted conoce la historia de esta calle, en la que en este momento tomamos café- dijo el hombre.

-supongo que por mi edad debería conocerla, pero no todas las calles y no todos los viejos nos conocemos, por ejemplo usted y yo no nos conocíamos, tal es que me gustaría escuchar la historia de esta calle- dijo Horkheimer.

---la historia es sencilla, casi una niñería. Esta calle se llama la calle paréntesis y eso seguramente tiene que ver con algún propósito posterior de nombrarla. Pero al parecer ese momento no ha llegado hasta ahora, y esto seguro concuerda de una forma macroscópica con la idea del espacio que usted menciona, al todavía transcurrir un espacio que presupone un argumento no conocido del universo para ponerle nombre a esta calle. Pero este periodo actúa de tal forma que los paréntesis pudieran contener cualquier nombre o cualquier enunciado, y esto le da un valor como de generalidad, como si fuera cualquier calle o se pudiera transformar en cualquier cosa. Tal vez en algo sobrenatural.

-Los sueños o las visiones tienen matices y formas que hacen especular que cabe el espacio es decir cualquier cosa, que puede estar totalmente sumida en la quietud o acercándose a velocidades ominosas— dijo Horkheimer

-seguro usted ha tenido alguna de las llamadas alucinaciones sin ningún preámbulo- dijo el hombre.

El abuelo Horkheimer le cuenta una historia de su juventud, en la que un ídolo ominoso era todos los dioses.

El hombre con el paso de la historia sospecha que el abuelo Horkheimer posee un número inescrutable de historias, pero es solo una ligera sospecha que se va con el humo de los cigarros, la historia lo oprime, lo angustia. Se paréese a todas las historias sobrenaturales que conoce, pero a todas al mismo tiempo.

El hombre creyó haberle contado también un sueño o una visión que tuvo, pero no estaba seguro de que acaso en el momento en el que la cuenta ocurría:

Yo me encontré de rodillas frente a los dioses y ellos ocupaban, abarcaban, colmaban el universo entero, y yo no podía levantar la cabeza, sin embargo, tuve un atisbo de su imagen imponente, imperecedera, sus trajes como de humanos, color sepia y desgastados por la eternidad, sostenidos sin pies cual fantasmas en ese mundo sólido y sempiterno, todos sin rostro definido, todos iguales o muy parecidos, tal vez todas las combinaciones posibles yacían en ellos, más atrás, más lejos, más allá de donde mi mente o mi imaginación pudieran llegar y me parece extraña la forma de mi contemplación, porque sin levantar la mirada yo sabia que estaban todos ahí, rodeándome, como un recuerdo, como si ya hubiera ocurrido ya mucho antes, como si me viera desde mi hombro, como si no fuera yo quien observaba, y es así como contemplaba casi claramente a tres o a cuatro, y yo seguía de rodillas y sabía que todos me miraban, si hay posible expresión, por qué no había nada en sus rostros, para mirar o para articular palabra y eran millones de miradas sin ojos.

Y no estoy seguro si fue en ese mismo lugar o acaeció al despertar, que tuve la certeza de que la humanidad era una burda imitación de esos dioses infinitos, solo que con trajes nuevos y un solo rostro.

Y fue cuando me vi difuso y casi tirado frente a ellos y cuantiosos pensamientos o sucesos me hicieron ver o sospechar que yo tenía también un traje café sepia, desgastado y yo era como los dioses, que me hablaban sin voz.

Entonces abrí los ojos y parecía no existir una frontera clara entre el sueño y la vigilia porque los dioses seguían ahí y el café volvía a aparecer, a aclararse, de forma gradual, a existir o nacer. Por creación de esos dioses, de mí mismo.

El abuelo Horkheimer sale del café de la calle ( ) que está completamente vacío. Lleva un traje desgastado y empero elegante, color sepia.

II

Este borrador lo leí mientras esperaba mi café en la mañana , el dependiente al parecer no se había percatado de su presencia en mi mesa, y parecía estar ahí desde la noche de ayer, estaba redactado en primera y tercera persona, presente y pasado.

Parece tratar de la desaparición de una o más personas, me puse a especular sobre el paradero del primer anciano que se acerco a él, ése que se hace llamar Horkheimer en el relato.

Supuse que en las mesas había otro hombre, un tercero que hubiera escrito el borrador, y me pregunté ¿cómo es que el Horkheimer habría procedido a deshacerse de él? y recordé al caballero imaginario que situó el anciano en la esquina del local, sonreí al pensar que ese también era Horkheimer.

Me pareció un tanto absurdo que no se mencionara el nombre del desaparecido, pero si es que era el relato real de un asesinato ¿por qué habría de mencionarlo?

Y que decir del casi bonachón y atareado dueño del café, que por la tarde no tiene quien sirva u ofrezca el café, así que él realiza este menester y de cuando en cuando pregunta a los clientes si desean más café, en un tono que él sabe no molesta ni interrumpe la conversación de sus clientes.

Y me di cuenta de que casi con angustia lo buscaban mis ojos en el local, buscaban al dueño del café.

No lo encontré, cuando llego mi orden, unos cuernos y un café le pregunte al tipo -¿qué es de su jefe?- este movió la cabeza como si no supiera de qué le estaba hablando, no insistí más, lo considere una perdida de tiempo, y al sujeto seguramente un canalla o un retrasado, pero temí que no existiera, temí que todo en el relato fuera cierto y ominoso, temí que el dependiente fuera también Horkheimer , que quien lo escribiera fuera Horkheimer y que quien lo leyera corriera el albur de convertirse en ese terrible ser. Y sin darme cuenta había sacado mi bolígrafo y me había puesto a garabatear el borrador, todo lo que acababa de pensar sin darme cuenta, lo había escrito, y no podía distinguir mi letra de la del borrador original.

Después de haberlo releído me sentí mal, como si hubiera estado al borde de un abismo. Imaginé que tenía náuseas como una mujer embarazada.

En la noche mi sueño se pobló de pesadillas como para volverse loco, al tratar de relacionar lo que estaba viviendo, al tratar de encontrarle sentido.

Al día siguiente al despertar prepare café y mi mente imaginó un ser sin forma y gigante que devoraba un planeta entero, en una región obscura del universo y yo esperaba (porque había esperanza en mi alma) que creara algo en su condición de dios o regurgitara algo de lo que había devorado, pero algo en mi mente me dijo que tal vez tendría que esperar millones de años para que eso ocurriere. Porque su forma la cual suponía no tenía o no podía imaginar hacía que se desbaratara en él, cual balsa en colisión con gigantesco barco, toda tentativa de propósito.

Fin